Con las tribunas repletas, y algunos espacios libres en las plateas, la primera noche internacional del Festival de Villa María tuvo a Maluma como el principal gancho para cortar entradas, según lo marcado por el "gritómetro" cada vez que se nombraba a los artistas de la noche.

Patricia Sosa, una de las animadoras invitadas de la noche, apareció con uno de los vestidos firmado por Roberto Piazza. Sus primeras palabras fueron para recordar que este escenario, cuando no era techado, fue el último en el que tocó con La Torre, su ex grupo.

A su lado, Mariano Iúdica no ahorró garganta para pedir carteles arriba, después de contar que había pedido venir al menos una vez pisar este escenario.

A ambos les tocó en el orden de la noche presentar a Jesse y Joy, una tarea que les llevó su trabajo cubrir hasta que estuvo listo el set. Cuestión de oficio.

Un vals puso la pausa justa para que el dúo saliera con Que pena me da y No soy una de esas. El primer punto alto llegó con Llorar, y se puso mejor al momento de ¿Y con quien se queda el perro? Los hermanos Huerta Uecke vinieron a mantener la presencia mejicana que otros años representaron Maná y Julieta Venegas. 

De madre norteamericana y padre mejicano, se vieron ante la pregunta de la prensa sobre el muro que el presidente Donald Trump quiere levantar entre las dos naciones. "Nos sentimos tristes. No es momento de dividir sino de unir. Si hay gente que quiere crear muros, estamos acá para hacer puentes", respondió Joy. Con una intimidad intensa, retribuyeron cabalmente en su show las expectativas del estadio.

Después, pasaron las chicas de Arrasa como Topadora, banda que hace una cumbia pegadiza. En la edición pasada habían asomado como una revelación, y este año se ganaron lugar en el escenario mayor y en horario central.

Esta es la edición en la que una nueva etapa histórica se abre para la fiesta mayor de los villamarienses, dijo el maestro de ceremonias Miguel Borsatto al comienzo.

Entre los puntos brillantes sin dudas deben apuntarse al propio presentador como uno de valores locales. Deben sumarse los que soñaron el festival, los que pensaron el anfiteatro, lo agrandaron. Siempre fueron actores locales, como la Orquesta Estable dirigida por Kuki Soria. Sellos inconfundibles del presente del festival.

La noche de Maluma

A la medianoche del viernes, el muchachito colombiano irrumpió con su reggaetón para mostrar que era el artista convocante de la noche. Maluma puso de pie a todo el Anfiteatro y lo manejó a su antojo, con un público principalmente adolescente, muy devoto. Hasta un corpiño alguien arrojó sobre el escenario.

Lo sexual está siempre al ras en las letras, los gestos, las posturas de un cantante que hace poco más de dos años esta parte asomó entre las nuevas figuritas de la escena latina. Ante un estadio casi lleno, lo suyo fue un recital de una hora, en el que dejó cada uno de los éxitos radiales que llevan su voz, y se hizo lugar para el acostumbrado gesto de ponerse la camiseta de la Selección Argentina de fútbol, al momento de repetir Sin Contrato. Había comenzado con Nadie sabe lo que he pasado y Borró casette. La llama fue encendida con la primera aparición del tema elegido como bis, y ni hablar cuando empezó a sonar El Perdedor. Hacia final dejó los hits en los que acompaña a los más grandes de las ligas latinas, como el Vente pa cá que hace junto a Ricky Martin y el Chantaje a dúo con Shakira. No faltaron La curiosidad y 4 Babys. Como distinto, su respaldo estético fue superior lo visto hasta ese momento desde el escenario en este festival. Desfiló por esa línea delgada entre el intenso de parecer sensual, y la cosificación de lo femenino que suele proponerse desde la letra de un reggaetón.

Entre Gilda y Natalia Oreiro Como contraste, durante la noche se habían vertido mensajes contra la violencia de género. Patricia Sosa y Natalia Oreiro utilizaron la palabra directa o la música y las letras para denunciar los casos de agresiones de los que son víctimas mujeres. Justamente el día en que uno de los integrantes de la banda de Maluma había sido denunciado por agredir a una joven en la ciudad. Con la investidura de Santa Gilda, coronada por espigas doradas y en enorme corazón rojo saliendo de su pecho, Natalia Oreiro puso todas las ganas para ofrecer un show que tiene dos caras bien diferenciadas. La primera parte está ofrendada a la cantante cumbiera fallecida, a la que la uruguaya le agradece todo el tiempo. Corazón valiente, Fuiste, No me arrepiento de este amor, Corazón herido, Te cerraré la puerta en la cara, fueron los primeros, para cerrar con Paisaje y un video de la película que protagonizó como Gilda.

Luego de un cambio de vestuario hacia los largos con transparencias, Oreiro incursionó en el repertorio propio, popularizado a través de telenovelas y películas, o provenientes de sus primeros años como cantante. Me muero de amor, Cambio Dolor, Que sí, que sí y hasta el 03-03-456 de Raffaella Carrá estuvieron en esa lista de temas. Un show aparte entregó la percusionista Andrea Álvarez, que tiene su mini protagónico dentro del recital, cuando Oreiro hace la pausa para el cambio de indumentaria. Guitarra eléctrica en mano, la mujer de quien pulsa las cuerdas en Divididos cerró con Que digan lo que quieran y se despidió definitivamente con Tu veneno. Fue pura energía y carisma, que mantuvo en alto hasta el final, cuando el público se había ido retirando de a poco, luego de ver pasar el ventarrón de Maluma.

Fuente: La Voz del Interior